El honor de recibir una vela



Al verla me quedé simplemente pasmada, atónita, sin más que echar un grito y saltar a sus brazos. Fui testigo de la crueldad del tiempo, ¿cómo es posible que en un abrir y cerrar de ojos ya hubieran pasado los años?
Ella, esa pequeña quien desde hace un año con cuatro meses se había vuelto indispensable en mi vida; ella, quien juntas en el pasado fuimos uña y mugre, ella, a quien la consideraba tan inmadura e infantil, mi hermana del alma pequeña, ayer la veía hermosa en toda su magnificencia, llevando un vestido turquesa con matices blancos, con su sonrisa de oreja a oreja, contagiando su felicidad al estar en ese lugar, celebrando sus quince años.
Estaba magnífica con esos zapatos, con ese corsét al cuerpo, que la ayudaba mostrando sus elegantes curvas y con ese vestido que demostraba que Dios fue amable con ella, regalándola unas piernas preciosas. Mi amiga, a quien consideraba mi niña, ya se hizo toda una dama.
¿Sabes que fue inevitable derramar unas lágrimas? Existen ciertos momentos, cuando vuelvo a recordar aquella noche, en donde me pregunto, ¿será que me emocioné aún más que ella?
¿Te imaginas la profunda alegría que sentí al oír esas palabras que incluso retumban ahora en mi mente? Ustedes llevarán unas velas que mi madre se los dará enseguida, ustedes llevarán esas velas porque son las personas más importantes de mi vida. Luego de haber dicho eso, todos los presentes nos conmovimos, pero quizá yo estuve más emotiva hasta el punto de llorar de la emoción.
Entonces, ese momento llegó. Habían quince jóvenes, trece chicas y dos chicos en círculo, con las velas encendidas en el momento en que se danzaba el Vals. Y ahí estaba ella, la estrella de la noche, danzando con una gracia y elegancia única, con una confianza absoluta, con un talento de una verdadera bailarina.
Esa noche me sentí especial, al verla danzar al compás de la música, observando como las llamas formaban un círculo, rodeándola, y observando como los invitados miraban complacidos la escena, entonces recordé que ese es su mundo. Ese es el mundo color rosa con que ella siempre sueña y lo que ella persigue y por conocerla como la palma de mi mano e incluso más, puedo decir con firme certeza que ella lo conseguirá, a costa de todo y llegará alto.
Me sentí completamente halagada y honrada de haber sido elegida, me sentí inmensamente conmovida al saber que soy alguien importante en su vida, sintiendo una profunda y completa nostalgia al recordar todo el pasado que formamos juntas, ¿a dónde fue a parar?
Recordar esos tiempos en que hablábamos todos los días por horas y horas, esas veces en que hacíamos videollamadas y recibíamos al alba juntas. Esas veces en que nos pasábamos traduciendo canciones en coreano al guaraní, o esos tantos momentos en que yo era su pañuelo de lágrimas. Recordar ese sentimiento de ser especial por ser su confidente y por ser yo quien conocía su lado débil y blando. Fue entonces cuando saboreé el sentimiento agridulce del arrepentimiento porque fui yo quien me alejé, fui yo quien no valoró esa preciosa amistad y terminó yendo por caminos diferentes con la soledad por doquier.
Hoy la veo con una nueva amiga en mi lugar, callada, sentada, observando como le va la vida, y diciéndome constantemente que ella es libre, como una bella mariposa que va de flor en flor, dotada de libre albedrío, porque eso es lo que siempre tuvo, libre albedrío, tanta libertad que fue de flor en flor topándose con arañas que terminaron por herirla y hacerla sufrir. No puedo impedirla a hacer lo que ella quiera con su vida, aunque me duela hasta el alma observar como poco a poco se va hundiendo en su propia oscuridad.
Que esas quince velas que la rodearon esa noche, que esas quince llamas siempre la iluminen, por favor, así la podrán guiar hasta en la más profunda oscuridad y ella por fin, encontrará su camino. 

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